Monday, January 30, 2006

PERSÉFONE

Me levanto a las 3 de la mañana y me pongo a trabajar, Soy una Hacker Mística y mi nombre en clave es Perséfone. Mi tarea es producir pequeñas perturbaciones.

Esta madrugada, al comenzar, he tenido una pequeña satisfacción. Un “blanco” ha respondido y ha caído en una de mis trampas de sentido.

Introduzco ligeras variaciones en textos banales, generalmente en correos electrónicos personales. No envío invitaciones a compartir millones con ex-funcionarios de bancos africanos ni notificaciones de loterías inexistentes: me cuelo en cartas de tus amigos y cambio una par de frases aquí o allá. La mayor parte de las veces nadie se entera.

Es un trabajo arduo y sus resultados tardan tiempo en producirse; a veces nunca se producen. en muchos casos sólo creo disturbios menores. Alguien le escribió: “Te quiero” a su amiga de la infancia y yo introduje además “ toda mi vida he deseado que me comprendieras” o algo por el estilo. Generalmente la amiga de la infancia no responde; asume que el otro andaba un poco borracho ese día y lo deja pasar.

No hago ficción: debo estudiar seriamente a mis víctimas para que los virus emocionales produzcan un efecto que resuene con su contexto anímico. A veces produzco una vacuna instantánea y debo abandonar el caso o comenzar de nuevo, Pero otras la plaga prende y se desarrolla. Como ayer.

El personaje es un presentador de televisión. Es la primera vez que me asignan una caso de repercusiones públicas. Aunque nunca me dan evaluaciones de mi trabajo asumo que debo haberlo hecho bien para que me confíen esta misión.

Estuve tres meses estudiando al “paciente”. Conozco su vida entera a través de su correspondencia y de las personas que le escriben. Ramificando, he llegado hasta enlaces de enlaces en décima generación. Las cartas que su hermana le escribe a un amigo que a su vez le escribe a su novia, que a su vez...aunque la presencia del paciente se va diluyendo homeopáticamente en la muestra ramificada, siempre queda algo de su egrégor personal: luego explicaré esa parte. En pocas palabras es que existen familias afectivas que presentan una configuración de base común. Es parecido al principio de los seis grados de separación, aunque en otro contexto. Lo explicaré más tarde también.

Lo que encontré ayer, antes de elaborar mi nueva fórmula, que luego inoculé con el resultado que obtuve, fue un dato aparentemente nimio en un lejano acontecimiento relacionado con una mujer que fue compañera de mi paciente una vez. Según he podido rastrear fue una relación de las que llaman “casuales” porque la mujer en cuestión estaba casada en aquella época. Pero la mención al lugar y la fecha en un mensaje que ella envió hace unos días a una amiga, donde comentaba –creyéndose cubierta- que era algo que le traía recuerdos dulces y amargos a la vez, me hizo caer en cuenta de lo que había sucedido. Ella y mi paciente eran compañeros de trabajo y coincidieron en un hotel de esa ciudad en la fecha referida. A veces tengo acceso a cuentas de tarjetas de crédito, pero esta vez no me hizo falta hacer comprobaciones: si se trató de una mera reunión de negocios , la referencia a recuerdos con contenido emocional está de más. Me he vuelto muy experto en detectar esos contenidos
aparentemente intrascendentes que sin embargo delatan una trama interna que pocas veces se deja entrever de esta manera. El hecho es que en un correo de otra fecha, dirigido por mi paciente a un colega, se describe el lugar con detalles de paisaje que no suelen estar presentes en reportes de ese género. Se habla, por ejemplo, de un lago dentro del bosque donde se pueden hacer paseos “íntimos” en una pequeña embarcación. La palabra está, sin lugar a dudas, completamente fuera de contexto dentro de una comunicación informativa sobre un lugar apropiado para un encuentro profesional.

Por otro lado, mi paciente y el colega a quien le escribe no tienen una relación estrecha ni mucho menos. El desliz, que para el que recibe la carta pasó completamente desapercibido, me dio a mí – testigo oculto- la clave del acertijo.

No es que me guste particularmente develar relaciones clandestinas: no soy detective ni me interesa la novela rosa, pero ese tipo de situaciones es a veces un terreno apropiado para extraer lo que yo busco, manifestaciones de orden emocional profundo. Si tuviera acceso a los sueños tal vez no tendría tanto trabajo de sabueso, pero son pocos los casos – al menos los que a mí me han tocado- en que el paciente cuente sus sueños por e-mail. Porque el e-mail es todo lo que tengo, apartando la información que pueda obtener del individuo a través de internet, que no es casi nunca demasiado útil. Ni siquiera cuando se trata de un personaje público, como sucede en este caso.
El e-mail es mi hematología y es todo lo que tengo para hacer un diagnóstico y para formular mi tratamiento.

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